Mejorar la educación
Es cierto que el trabajo personalizado con los estudiantes incide fuertemente en los resultados y puntajes obtenidos en pruebas rendidas a lo largo de sus años escolares. El maestro puede establecer un conocimiento fidedigno de la realidad de cada alumno, tanto en el aspecto educativo y emocional como en el plano familiar y de identificación. Y el estudiante se siente considerado e integrado a un grupo donde es tratado en forma casi individual absorbiendo, de mejor manera, las materias y tareas recibidas.
Los recientes resultados de la prueba Simce y anteriormente de la PSU nos llevan, una vez más, a reflexionar sobre la calidad de la educación que están recibiendo los niños y jóvenes chilenos y donde, claramente, sobresalen los colegios particulares que, en su mayoría, cumplen con el requisito antes señalado dejando en desmedro a aquellos establecimientos de menos recursos, donde los profesores se enfrentan a grupos de más de 40 alumnos, situación que se ve agravada por los bajos salarios y el nivel socioeconómico del grupo familiar del alumnado. Cuántas veces se ha comprobado que carecen de medios para comenzar las jornadas con un buen desayuno, adquirir sus uniformes y útiles escolares. Esta lucha diaria hace que el estudiante baje su rendimiento y que el docente sienta minadas sus fuerzas provocando una falta de incentivo que redunda en pobres resultados. Vemos con pesar que muchos de estos jóvenes, incluso niños, deben abandonar sus estudios para trabajar y convertirse a temprana edad en "adultos" con responsabilidades que no les corresponden, como es ser parte importante del sustento familiar.
Al parecer no es falta de recursos, ya que el área de la educación y la salud cuenta con ellos, sino que más bien es una falla en la asignación de los mismos y una falta de imaginación para su administración.
El fracaso en los resultados nos pone en la disyuntiva de revisar la reforma educacional que tiene años de aplicación y que arroja resultados negativos y, como manifiestan los expertos, se debe a la imitación de modelos foráneos y el desconocer nuestra realidad para solucionar los problemas.
Es innegable que al término de la enseñanza media, el joven se enfrenta a una enseñanza superior sabiendo un poco de todo y creyendo que la universidad es el único norte para ser exitoso y al ser excluido de ese grupo se siente frustrado, quedando sólo la posibilidad de ingresar a establecimientos alternativos o enfrentarse a un mundo laboral cada vez más competitivo con una base débil y con escasos conocimientos. ¿No es mejor incentivar su participación y desarrollo en el ámbito técnico? Entregarle las herramientas necesarias para cumplir un buen desempeño en esa área y conseguir profesionales realizados y expertos en la materia. Esta actitud debe ir aparejada con la calidad de los elementos que poseen los institutos técnicos y escuelas industriales que, muchas veces, están desprovistos de material y maquinarias modernas que les permitan mantenerse acorde a los avances tecnológicos que, rápidamente, van integrando cambios y que requieren de una constante actualización.
Pese a este sombrío panorama, aún vemos con orgullo que hay estudiantes que con grandes esfuerzos propios y apoyo de sus maestros y padres pueden sobrellevar sus problemas y salir adelante consiguiendo buenos resultados y llegar a convertirse en excelentes profesionales y personas realizadas.